Hola Luis,
Ayer fue tu cumple. Me acordé de ti pero no saqué las fuerzas necesarias para escribirte unas míseras líneas. Posiblemente la causa fuera la enorme tristeza que tenía, o simplemente el virus gastrointestinal que me ha estado haciendo polvo desde el viernes. Hoy lo hago, aunque sea con retraso y a pesar de que todavía sigo triste.
Han pasado ya casi 3 meses desde aquel fatídico día. Parece que ha habido un antes y un después, y un montón de recuerdos han pasado por mi cabeza. He estado intentando extraer todos los momentos que pasé contigo. Para mí imborrables, irrepetibles, únicos. También he leído lo que tus amigos Marcos y Raúl te escribieron. Todo eso me ha dado la inspiración necesaria para volver a escribirte.
Recuerdo el día que te conocí, allá por el mes de Septiembre, hace ya más de 9 años. Simplemente te pregunté que en qué consistía eso de hacer una tesis doctoral. Tú te reíste y debiste pensar: “¡Otro loco que se mete a hacer esto!”. Recuerdo todos los cafés que compartíamos entre experimento y experimento. A veces los días eran largos. No importaba que acabáramos tarde, porque creíamos y disfrutábamos de lo que hacíamos. Recuerdo la práctica de laboratorio en la que utilizaste acuarela para el control negativo de la leche. ¡Viva la Universidad española! Recuerdo las visitas a Mercamadrid y las ganas que ponías a la hora de explicar las diferencias entre un pescado y otro. Recuerdo la mariscada que nos metimos entre pecho y espalda para celebrar que me ya me habían dado la dichosa beca predoctoral después de años de espera. Fuiste de los pocos que me animó a seguir adelante. Recuerdo las juergas que nos pasamos con tus colegas de siempre, ya fuera en Madrid, en esos bares cerca de tu barrio, o en Villalba. Recuerdo que fuiste el primero que siguió a pie de pista el inicio del romance entre Carlota y yo. Fue cuando jugué de portero en vuestro equipo de fútbol 7. No recuerdo el nombre. ¿Los Capuletos? ¿Y qué me dices de cuando fuimos a ver aquel Atlético de Madrid-Badajoz de segunda sólo para mostrarme lo especial que era la afición del Atleti? También me acuerdo de cuando fuimos a visitarte a Berlín, y de que siempre había huevo duro para cenar. Recuerdo que luego me echaste la bronca por la pelea que tuvimos Carlota y yo. Y eso que sólo fue por un puñetero chubasquero que a Carlota no le gustaba. Y cómo no, también me acuerdo de cuando viniste a Amsterdam a vernos. Fue al poco tiempo de leer la tesis y en el momento en el que empezaste a conocer a Marga.
Son muchos recuerdos y me falta tiempo para llenarlo. Lo más reciente que recuerdo es el día de tu boda. Me lo pasé en grande y encima sacaste tiempo para tomarte unas cañas horas antes de la ceremonia. Tampoco puedo olvidar la última vez que nos vimos, aquí en Dublín. Me acuerdo de ti cuando veo al Pollo Pepe o cuando meto en el lavavajillas ese plato que descascarilló Marga. Recuerdo que hablamos de la suerte que teníamos al hacer lo que nos gustaba y de que tuviéramos una vida del modo que queríamos. Acordamos que algún día cambiaríamos la Universidad de arriba abajo.
Pero si me tengo que quedar con algún recuerdo esos son tus e-mails semanales o en su defecto mensuales, preguntando: ¿qué tal Jorgiño? Desde que me vine aquí no dejaste de darme ánimos. Es extraño, pero desde marzo de 2006 me pareció estar más cercano a ti, aunque estábamos separados por más de 2.000 Km., que en todos los años anteriores. Sabía que estabas pendiente de lo que hacíamos.
Todos son recuerdos tontos, pero me hacen sentir más cerca de ti. No cabe duda de que los que te veían a diario lo están pasando muy mal, ya que debe ser muy duro enfrentarse a la cruda realidad un día sí y otro también. Para mí es más fácil, estoy lejos de Madrid y apenas te veía en persona. Pero lo malo de no hacer frente a la realidad es que todavía no me creo que te hayas ido y todavía espero uno de esos e-mails tuyos en mi bandeja de entrada diciendo: “¿Qué tal Jorgiño?”
Ayer no te hubiera dado 34 tirones de orejas, te habría dado más y te habría dicho que por qué te fuiste para siempre. Todavía guardo tu último mensaje de texto: “Ya estamos en avión, así q no tanto retraso. Muchas gracias por todo, eres cojonudo. Un abrazo grande”; y tu último e-mail: “Ayer llegamos bien, sin retraso, así que bien…Muchas gracias por todo!!!! Un abrazote!!! Seguimos en contacto”. El cojonudo eras tú, y no te preocupes, seguiremos en contacto, aunque sea por escrito.
Hasta la próxima machote
Jorge
Ayer fue tu cumple. Me acordé de ti pero no saqué las fuerzas necesarias para escribirte unas míseras líneas. Posiblemente la causa fuera la enorme tristeza que tenía, o simplemente el virus gastrointestinal que me ha estado haciendo polvo desde el viernes. Hoy lo hago, aunque sea con retraso y a pesar de que todavía sigo triste.
Han pasado ya casi 3 meses desde aquel fatídico día. Parece que ha habido un antes y un después, y un montón de recuerdos han pasado por mi cabeza. He estado intentando extraer todos los momentos que pasé contigo. Para mí imborrables, irrepetibles, únicos. También he leído lo que tus amigos Marcos y Raúl te escribieron. Todo eso me ha dado la inspiración necesaria para volver a escribirte.
Recuerdo el día que te conocí, allá por el mes de Septiembre, hace ya más de 9 años. Simplemente te pregunté que en qué consistía eso de hacer una tesis doctoral. Tú te reíste y debiste pensar: “¡Otro loco que se mete a hacer esto!”. Recuerdo todos los cafés que compartíamos entre experimento y experimento. A veces los días eran largos. No importaba que acabáramos tarde, porque creíamos y disfrutábamos de lo que hacíamos. Recuerdo la práctica de laboratorio en la que utilizaste acuarela para el control negativo de la leche. ¡Viva la Universidad española! Recuerdo las visitas a Mercamadrid y las ganas que ponías a la hora de explicar las diferencias entre un pescado y otro. Recuerdo la mariscada que nos metimos entre pecho y espalda para celebrar que me ya me habían dado la dichosa beca predoctoral después de años de espera. Fuiste de los pocos que me animó a seguir adelante. Recuerdo las juergas que nos pasamos con tus colegas de siempre, ya fuera en Madrid, en esos bares cerca de tu barrio, o en Villalba. Recuerdo que fuiste el primero que siguió a pie de pista el inicio del romance entre Carlota y yo. Fue cuando jugué de portero en vuestro equipo de fútbol 7. No recuerdo el nombre. ¿Los Capuletos? ¿Y qué me dices de cuando fuimos a ver aquel Atlético de Madrid-Badajoz de segunda sólo para mostrarme lo especial que era la afición del Atleti? También me acuerdo de cuando fuimos a visitarte a Berlín, y de que siempre había huevo duro para cenar. Recuerdo que luego me echaste la bronca por la pelea que tuvimos Carlota y yo. Y eso que sólo fue por un puñetero chubasquero que a Carlota no le gustaba. Y cómo no, también me acuerdo de cuando viniste a Amsterdam a vernos. Fue al poco tiempo de leer la tesis y en el momento en el que empezaste a conocer a Marga.
Son muchos recuerdos y me falta tiempo para llenarlo. Lo más reciente que recuerdo es el día de tu boda. Me lo pasé en grande y encima sacaste tiempo para tomarte unas cañas horas antes de la ceremonia. Tampoco puedo olvidar la última vez que nos vimos, aquí en Dublín. Me acuerdo de ti cuando veo al Pollo Pepe o cuando meto en el lavavajillas ese plato que descascarilló Marga. Recuerdo que hablamos de la suerte que teníamos al hacer lo que nos gustaba y de que tuviéramos una vida del modo que queríamos. Acordamos que algún día cambiaríamos la Universidad de arriba abajo.
Pero si me tengo que quedar con algún recuerdo esos son tus e-mails semanales o en su defecto mensuales, preguntando: ¿qué tal Jorgiño? Desde que me vine aquí no dejaste de darme ánimos. Es extraño, pero desde marzo de 2006 me pareció estar más cercano a ti, aunque estábamos separados por más de 2.000 Km., que en todos los años anteriores. Sabía que estabas pendiente de lo que hacíamos.
Todos son recuerdos tontos, pero me hacen sentir más cerca de ti. No cabe duda de que los que te veían a diario lo están pasando muy mal, ya que debe ser muy duro enfrentarse a la cruda realidad un día sí y otro también. Para mí es más fácil, estoy lejos de Madrid y apenas te veía en persona. Pero lo malo de no hacer frente a la realidad es que todavía no me creo que te hayas ido y todavía espero uno de esos e-mails tuyos en mi bandeja de entrada diciendo: “¿Qué tal Jorgiño?”
Ayer no te hubiera dado 34 tirones de orejas, te habría dado más y te habría dicho que por qué te fuiste para siempre. Todavía guardo tu último mensaje de texto: “Ya estamos en avión, así q no tanto retraso. Muchas gracias por todo, eres cojonudo. Un abrazo grande”; y tu último e-mail: “Ayer llegamos bien, sin retraso, así que bien…Muchas gracias por todo!!!! Un abrazote!!! Seguimos en contacto”. El cojonudo eras tú, y no te preocupes, seguiremos en contacto, aunque sea por escrito.
Hasta la próxima machote
Jorge
3 comentarios:
Cuando miro el calendario, el 24 de enero es uno de los dias mas emotivos para mi.
Amigos que se han marchado y siempre estaran a nuestro lado en este camino que es la vida y en nuestros corazones. Nunca os olvidare.
Os quiero. A los dos.
Mucho ánimo. El está muy bien...y no hay mejor modo de recordarle que con estas palabras tan emotivas, que salen del corazón... como sigue en vuestros pensamientos, el continúa entre vosotros:-)
Nosotros no nos veíamos mucho últimamente pero seguiamos en contacto, y el hecho de saber que no está te provoca ganas de llamarle y decirle que estabas pensando en él. Supongo que es anelo. Un abrazo
Publicar un comentario